La gentrificación es un fenómeno que ha adquirido mayor protagonismo en los últimos años en ciudades de todo el mundo, según la arquitecta Yarleys Pulgarín Osorio, docente de la Universidad de La Salle, este proceso implica el reemplazo de los habitantes originales de un sector por nuevos residentes con mayor capacidad adquisitiva. Este cambio responde a diversas causas, como la revitalización urbana, la inversión de capital privado en zonas antes deterioradas y el auge del turismo, lo cual ha modificado de forma significativa barrios tradicionales en diferentes urbes globales. Este fenómeno es particularmente visible en ciudades como Nueva York, San Francisco y Lisboa, y se replica en ciudades latinoamericanas como Ciudad de México y Medellín, además de Bogotá.
Pulgarín explica que diversos factores sociales, económicos y culturales desencadenan el proceso de gentrificación. Entre estos, destaca el crecimiento del trabajo remoto, que ha permitido la llegada de nómadas digitales a sectores céntricos y culturalmente atractivos, así como el acceso a plataformas de alojamiento a bajo costo y la preferencia de los turistas por experiencias de inmersión en la vida local. Los bajos costos de vida en destinos como Bogotá también favorecen la gentrificación, creando un efecto de atracción que transforma los espacios públicos y privados.
¿Qué impactos trae este fenómeno en la vida cotidiana de los habitantes tradicionales?
Las consecuencias de la gentrificación sobre los residentes originales de estos barrios son diversas y, en muchos casos, profundas. La arquitecta Pulgarín señala que estos cambios no solo implican nuevos usos del espacio y la aparición de dinámicas comerciales inéditas, sino que pueden derivar en conflictos entre residentes antiguos y nuevos. Además, en algunos casos, las economías ilícitas pueden proliferar en áreas transformadas, en especial cuando las regulaciones son insuficientes o ineficaces. Pero el impacto más significativo es la expulsión de habitantes tradicionales, fenómeno que termina erosionando el tejido social y afectando el sentido de comunidad que caracteriza a estos barrios históricos.
¿Qué pasa con las políticas públicas?
Pulgarín explica que las políticas públicas juegan un rol fundamental en la aceleración o desaceleración de la gentrificación. En ciudades europeas como Ámsterdam, París y Berlín, las autoridades han implementado restricciones sobre las plataformas de alojamiento de corta duración para mitigar la salida de residentes tradicionales, especialmente aquellos de la tercera edad, en las áreas más afectadas por la gentrificación. Estas políticas buscan equilibrar los beneficios económicos del turismo con la protección del tejido social y la preservación de la identidad local.
¿Trae consigo algún beneficio? ¿Qué papel juegan las comunidades?
Aunque la gentrificación puede traer beneficios a quienes ofrecen bienes y servicios en las zonas afectadas, Pulgarín señala que también genera dificultades económicas para los residentes de larga data. A menudo, el incremento en los precios de los alquileres y el costo de vida en general termina por hacer insostenible la permanencia de los habitantes tradicionales, obligándolos a desplazarse a zonas más accesibles, y generando así una ruptura en sus redes de apoyo comunitario.
La arquitecta subraya la importancia de la organización comunitaria en la defensa de los intereses y la identidad cultural local. En diversas ciudades del mundo, la comunidad ha exigido que las autoridades adopten medidas que limiten el impacto de la gentrificación, como la regulación de plataformas de alojamiento y el cobro de impuestos a los nómadas digitales. Estas acciones no solo buscan proteger a los residentes tradicionales, sino también preservar la autenticidad y el valor cultural de los barrios.
La gentrificación plantea, en última instancia, un dilema para las ciudades modernas: ¿cómo equilibrar el desarrollo económico y la revitalización de espacios urbanos con la preservación de la identidad cultural y la cohesión social de los barrios tradicionales?